JOSE MARIA BAKOVIC AGRADECE
En mi condición de ex Presidente Ejecutivo del Servicio Nacional de Caminos, sujeto a un injusto proceso judicial, expreso mi sincero agradecimiento a todas las personas e instituciones por las acciones realizadas, algunas conocidas y otras desconocidas, para lograr mi libertad después de una ilegal detención. Mencionar nombres llevaría a omitir muchos, pero cada involucrado que lea estas líneas sabrá a quién me refiero.
Agradezco:
A mi familia, empezando por mi querida esposa cuyo corazón lastimado se puso a dura prueba, siguiendo por mis valerosos hijos que me acompañaron cada instante, de cerca y de lejos, a mis nietos con quienes pronto espero jugar fútbol, a mi devota hermana, a mi familia política y a todos los parientes cuyo soporte me permitió superar las penurias.
A los pobladores de Apote, mi pueblo campesino, que acompañaban con una eucaristía en el momento en que se celebraba la audiencia de apelación, y a todos los productores de leche de Cochabamba y el país, que expresaron su apoyo a través de solicitadas, quienes siguen con la noble tarea de cuidar a la “pachamama”, obra del Creador.
A mis compañeros de estudio, empezando por mi promoción del Colegio La Salle, quienes con sus llamadas desde el interior y exterior del país comprometen mi presencia en las bodas de oro el próximo mes de mayo en Cochabamba; a los compañeros de la Universidad de San Francisco cuyo representante me visitó el primer día de prisión para recordar el título de campeones de fútbol de California; y a los compañeros de San Simón quienes me pidieron seguir luchando por justicia como en tiempos de la U.
A mis colegas de trabajo de ENDE con quienes hicimos un ejemplo de empresa estatal, a los del Banco Mundial y de otros organismos internacionales quienes con su carta abierta al señor Presidente dieron su solidaridad y apoyo; y a los funcionarios, contratistas y microempresarios del Servicio Nacional de Caminos quienes me hicieron llegar su siempre leal apoyo y solidaridad.
A los miles de ciudadanos de Bolivia y el mundo que enviaron mensajes por Internet, firmaron las notas pidiendo justicia a las organizaciones de derechos humanos y al Defensor del Pueblo, y a los que visitaron las páginas Web para exigir justicia.
A los miembros de las iglesias Católica, Metodista y de denominaciones evangélicas que me visitaron y que elevaron sus oraciones clamando por justicia en clara muestra de ecumenismo, debiendo resaltar aquellos amigos jesuitas que llegaron a Bolivia en los años 50 y que me recordaron a Dreyfus y a Espinal, a los salesianos que me recordaron a Juan Bosco profeta del gran Corredor Este – Oeste que me tocó concluir, a los metodistas que movilizaron a las organizaciones de derechos humanos, a los que encomendaron mi caso en las varias eucaristías celebradas y, en forma especial, a mis compañeros de la “Congre”.
A los comunicadores, columnistas y editorialistas que, a través de los medios, permitieron que la verdad prevalezca sobre la calumnia y la falsedad.
A mis abogadas y su excelente equipo de profesionales quienes, junto al aporte de numerosos voluntarios, presentaron una defensa legal sólidamente fundamentada.
A los internos de las prisiones en las que estuve detenido, por la cálida acogida y el aliento para superar la injusticia, incluyendo la riqueza de sus experiencias personales.
A los desconocidos, que me visitaron en prisión o que me pararon en vía pública, y a los que enviaron sus mensajes para alentarme a seguir luchando por la justicia y la verdad.
A los miembros de organizaciones gremiales de transportistas y constructores, a los representantes de colegios profesionales y entidades cívicas por su gran solidaridad.
A la Asamblea de Derechos Humanos, a la Defensoría del Pueblo, a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a las ONG que atendieron los reclamos por los derechos humanos, flagrantemente violados en mi caso.
Al Justo Juez, quien es el Camino, la Verdad y la Vida, por el privilegio de permitirme acompañarlo en la Semana Santa como una sombra de su Santa Madre y el Cirineo. A Juan Bautista, patrón de los camineros. A mis padres, abuelos y hermano quienes, junto a muchos amigos que me precedieron, siempre velan por mí.
Y, en fin, a todos los que pusieron su grano de arena para que la justicia prevalezca a pesar de las múltiples amenazas.
La Paz, 25 de abril de 2006 |